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Kelly

Constanza Llantén, 3ro Medio


Aún siendo verano tú te ibas muy temprano. Hora que te levantabas, hora que yo me despertaba. Me dejabas con ella e iba a despertarla.

Recuerdo sus ojeras, se recogía su pelo castaño en una cola de caballo. Llevaba puesto una polera verde y un pantalón marrón, se delineaba y arreglaba su tés levemente morena e iba a cocinarme el desayuno.

Limpiaba cada rincón de la casa, la cual era de un piso. Recuerdo verla acomodar los cojines del sillón para luego aspirar cada uno. Siempre tardaba en limpiar ya que yo le quitaba el tiempo. Recuerdo que, cuando barría, le arrebataba la escoba y salía corriendo a esconderme. La quería mucho.

Pasaba el día molestándola contándole mis historias interminables y preguntándole cosas con respuestas obvias. Incluso cuando ella descansaba no había momento donde no la molestase, repitiendo que estaba aburrida una y otra vez. En su cara se notaban sus lamentos.

Nunca comía su comida. Un día me quedé hasta las 22:00 pm en la mesa, orden que le diste tu si no me comía toda la comida. Pero yo estaba esperando ver ese largo y áspero abrigo negro. Durante todas esas horas de espera ví tele y pedía permiso para ir al baño donde tenía mi “laboratorio” y hacía toda clase de sustancias posiblemente tóxicas con todo lo que veía a mi alcance, por lo cual me retabas ya que gastaba tus cremas.

Obviamente me pilló y tuve que volver a la mesa donde me encontraba esperando ver tu pelo de un marrón rojizo y las pecas que me heredaste. Escuche el motor del auto apagarse y como movías la llave en la cerradura de la puerta. Tu Calentaste la sopa que no comí y yo me seguí quejando por todo lo que contenía. Finalmente, lograste que me la tomase, y no se que estaba mejor, si la sopa o, verte a ti, mamá.

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