Valentina Córdova Rosas
Mis pequeñas botas de goma con corazones rosados sumergidas en el pequeño humedal juncoso del terreno de mi padre, entre Coihues y Helechos, olor a sur, a árbol, tierra mojada, pasto cortado y a los frutos caídos del eucalipto, a mi lado estabas tú, mi especial papá, vestido con un viejo poleron celeste que debe tener diez años más que yo, unos pantalones gastados por el uso y unas botas tan negras como llantas de auto, al borde del pequeño humedal estaba tu maquina para cortar pasto junto a mi pequeña compañera Perlita, el perro más pequeño que nunca había tenido, parecida a Chloe de ‘’Una Chihuahua de Beverly Hills’’ película por la que insistí tanto en tener un chihuahua. Ella se encontraba paseando y oliendo por ahí con su poleron de abejita y sin meter una pata en el agua, pues era una lady y no iba a mojarse.
Podía sentir el agua en mis pies,podía sentir su frío, que traspasaba la gruesa goma de mis botas helándome los pies e inundándome de una ansiosa calma. Estaba sola en el agua, luego te metiste conmigo y sentí que nada malo iba a pasar, la ansiosa calma se transformó en paz y la sensación de vivir se hacía presente, me sentía segura, sentí la armonía y tranquilidad del bosque fluyendo por el aire, sentí el sonido de los pajaritos cantando y los árboles moviéndose al son del viento, pequeños rayos de luz atravesaban las ramas de los Arrayanes alumbrando tu rostro y el mío, que por sí solos ya brillaban de felicidad.
Reía y posaba ante el sonido de mamá riendo y tomando fotos, mi papá igual que yo, como un niño de ocho años, haciendo caras y poses ridículas a la cámara. Lo miraba con asombro; cómo puede ser que un hombre de 45 años sea tan feliz y libre en este mundo. Generalmente se ven hombres aburridos, enojados por la vida, llenos de trabajo… que viven sin vivir. Este no era el caso, ante mis ojos estaba viendo a un hombre lleno de vida, disfrutando del presente sin prejuicios; enseñanza que desde ese día hasta el día de hoy trato de ajustar a mi vida.
Comments