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Cálida Mañana

Francisca Campos, 3º Medio


Abro los ojos en la cama. Amanecí con la alarma que resonó en mis oídos y me interrumpe bruscamente de mi sueño, el cual no fue de buena calidad, esto por haber estado sentada en mi cómoda silla negra con azul, jugando en mi computador “Star Wars: Jedi Fallen Order”.

La alarma fue apagada con la desesperación y brusquedad de mis dedos y en mi mente sólo oraba para que el ruido cesara. Enciendo mi lámpara de sal, que iluminó la oscuridad que había en mi habitación, con una luz cálida anaranjada, que me trajo calma. Veo mi pared color crema, y observo mi cortina café que tiene a su alrededor luces solares con forma de flores, que lamentablemente no funciona y unas hojas grandes falsas verdes que compré en el mall chino cerca de Alerce, con una amiga.


Después de quedarme apegada a las sábanas, con una angustia en mi pecho, de tener que volver al colegio, un gran cansancio y dolor de cabeza, y agregando la fría que estaba la mañana, mi padre abre la puerta y me avisa que hay que levantarse.

A regañadientes enciendo la luz y apago mi lámpara de sal. Me visto y aprovecho a despedirme de mi mamá que estaba acostada en su cama con la luz apagada con la tele encendida con las noticias. Nos dimos buenos deseos, los “que te vaya bien”, “anda con ánimo”, y las respuestas de “tu igual” de todos los días.


Al bajar voy hacia la cocina y veo a mis dos gatas comiendo, cada una en su plato. Una es negra con blanco, llamada Sulli, y una más pequeña de muchos colores, con gris y manchas blancas y naranjas con rayas anaranjadas, llamada Kia. Vi que la pellet sonaba, por lo que estaba encendida. Mi papá fue a correr su auto para pasarme a dejar, por lo que volvió después. Vi que antes de salir me había servido el desayuno, había picado fruta en un plato, me sirvió jugo de naranja e incluso me hizo palta para las tostadas. Siempre aprecio y admiro su consideración conmigo, yo no sé cómo hace tantos desayunos sin tener que sentirse presionado. Aunque igual me hace sentir culpable, a veces me gustaría hacer más por él, y siento a veces que no merezco su dedicación.

Cuando volvió, me preguntó si quería té o café y el dije que no quería nada. Tampoco tenía ganas y tampoco quería que siguiera sirviéndome cosas, me sentiría peor.

Comentamos el frío que había. Esta mañana fue más fría de lo habitual, quizás por el comienzo del otoño. Mi papá me contaba entonces que se despertó a las cinco y media, y que después no pudo seguir durmiendo, por lo que había comenzado su mañana antes, y consideró que sería cruel de su parte despertarme a esa hora.


Luego observo a mis gatas de nuevo. Cada una de ellas en sus camitas, frente a la pellet en la cocina. Me encanta verlas, tan relajadas que estaban, calentitas después de la comida. Kia parecía una rebanada de pan, estaba reposando y ocultaba sus patitas, tenía sus ojos casi cerrados, a punto de hacer una siesta. Y Sulli estaba acurrucada, estaba enrollada y parecía un rollo de canela. Cada una parecía un pan salido del horno, y aproveché a acariciarles sus cabezas que eran muy suaves, y sentí la calidez que me hacía falta en la fría mañana, junto a la generosidad de mi padre.


Dejé de contemplar tiernamente a mis gatitas, me fui de la iluminada cocina con sus luces blancas, mientras la calefacción seguía encendida y sonaba mientras expulsaba el calor, y caminé por el pasillo y salí cerrando la puerta. El living estaba oscuro, pero no me impidió encontrar mi mascarilla, la cual pensé por unos segundos que se había perdido y con la mochila ya puesta me fui al vehículo. Realmente la mañana estaba fría, al igual que el interior del auto. El viaje, a pesar de que no fue largo, fue tedioso por el tráfico que se arma, el tráfico de “ya son casi las ocho”.

Me despedí de mi padre con las apreciaciones y los “tu igual” de todos los días, y me fui con algo de la mañana. Al estar en el colegio, sentí el deseo de querer estar allí de nuevo, sentir esa tranquilidad hogareña, y que el desayuno fuera eterno. Sólo quiero sentir esa seguridad de estar adentro de nuevo, y hay veces que mi ansiedad me dicen que en algún momento me tendré que irme de ahí, y que esa seguridad y calidez ya no la sentiré de la misma forma e incluso la termine perdiendo para siempre. A pesar de eso, hago lo posible por ignorar esos pensamientos y temores, y trato de enfocarme en lo que realmente quiero rescatar de esos bellos momentos, de esos momentos en el hogar.


La mañana del 29 de Marzo, 2022.

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