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Anécdota que tuvo “de todo”

  • Admin
  • 11 jun 2022
  • 2 Min. de lectura

Juan Pablo Toro


Era un día de enero 2014, absolutamente despejado, con el sol dando fuerte, poco viento corriendo. Pleno viaje a la Patagonia Chilena. El panorama de entonces, recorrer un sendero.

Ah y claramente yo no estaba solo, si apenas tenía 8 años. Acompañándonos entre nosotros con mi mamá, con su pelo café y más o menos corto, una polera blanca sin mangas y feliz del recorrido a realizar cuando estábamos por empezar. Mi hermano igual presente, feliz y también muy entusiasmado. Usaba una polera total y únicamente celeste. Mi hermana, pelo negro, largo hasta como la cintura. A ella no le afectaba hacer la caminata o no, pero lo hizo por acompañarnos. Y luego estaba yo, sin poder ubicarme lo mínimo, sin más alternativa que seguir a los que sabían. Recuerdo que andaba con una polera de Bodoque, de 31 minutos. Y un jockey que nos turnábamos entre mi mamá, mi hermano y yo.

Algo en lo que se estuvo siempre de acuerdo, y muy particular por lo demás, es que salimos relativamente tarde hacia el sendero. Mi aporte: Decir que sí, sin más.

En fin. Al mediodía partimos y muy bien, pero los problemas no tardaron en llegar. El primero: una plaga de tábanos. Oh los tábanos, esos insectos muy pequeños en relación con nosotros los humanos, pero muy visibles y molestos. Hostigaron en cada paso dado, cuando nos deteníamos y eran cada vez más. Aunque variaba la cantidad. Y en vano intentábamos alejarlos.

A eso de las 3 pm se suma el hambre y el sol más potente por ser media tarde. Pero dentro de todo había vistas hermosas en todo minuto, sobre todo desde los puntos altos. En ese sentido, valió la pena todo el sacrificio y el estar hasta las 9 de la noche caminando.

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